sábado, 24 de diciembre de 2011

"Pero esto no arregla nada" - Cuento de Navidad

Parados en mitad de la calle desierta, se miraban a la cara con cierta ansiedad. El resultado era una cómica secuencia de exhalaciónes que se convertían en vaho delante de sus caras siguiendo un ritmo binario. Pero nadie que hubiera pasado junto a ellos habría pensado en la palabra "cómico" al verlos. Se mantenían separados, enfrentados, a tres metros el uno del otro. Ella con los brazos cruzados, por encima del abrigo de punto, con el cuello levantado, y con tan sólo una franja de piel visible entre la bufanda y el gorro de lana rojo, franja en la que aparecían un ceño fruncido, una boca empequeñecida y una mirada acusatoria. Él, con los brazos y hombros caídos, su expresión era más de cansancio que de resignación.

-"Vamos" - dijo por fin él.
-"¿Vamos? ¿a dónde quieres que vayamos?"
-"A casa, anda, vamos a casa, que hace frío."


Ella venció la resistencia que la mantenía parada en aquel punto de la acera, y comenzó a andar hacía él,- "Vamos, pero esto no arregla nada, ¿eh?" - dijo antes de llegar a su altura. No le cogió del brazo, no se acercó, no se paró, siguió andando calle arriba.

"No, no arregla nada" - pensaba él, - "pero al menos nos vamos a casa, que hace frío; no arregla nada, pero por lo menos estaremos juntos". 




Recorrieron unas pocas manzanas entre escaparates aún con las luces encendidas y bajo los adornos navideños, iluminados solo para ellos, ya no quedaba nadie más por la calle. A esta hora, las suegras, estrenando permanente y luciendo el collar de perlas recibido en otra navidad, hará ya más de veinte años, reciben a hijas y nueros deshaciéndose en besos y abrazos y en no-hacía-faltas al recibir las botellas de vino o cava que reciben. Las familias se sentarían en torno a los abuelos, callados y con la sonrisa bobalicona que hace que las dentaduras postizas asomen un poco más de lo debido. Para muchos abuelos, ésta sería la última ocasión de ver reunidos a sus familiares, para muchos, la próxima vez que se verán rodeados de esta manera, lo harán en un féretro o en una pequeña urna dorada. Los niños pelearían con el corbatín que su madre se ha empeñado en ponerles. Las niñas estrenarían trajes, y siempre hay un tío, que, de repente, percibe como su sobrina, la que jugaba sobre sus rodillas y se moría de risa con las bromas y cosquillas, ha pegado el estirón, se ha desarrollado, lleva un primer e ingenuo escote, promesa de que pronto jugará sobre las rodillas de otro, mucho más joven que su tío, y con otras risas causadas por otras cosquillas. El chico, que ha aceptado afeitarse, que se ha peinado, que se ha vestido y arreglado medianamente, presentará muerto de nervios a la novia que ha conocido en la facultad a unos padres que para sobreponerse a los nervios y al orgullo de ver como el muchacho se está haciendo un hombre, se mostrarán serios y ausentes aunque correctos ante la chica, que no se separará de la hermana del muchacho, un par de años mayor, que ejercerá de cicerone, rompiendo hielos. Los hermanos se sentarán a la misma mesa, con las cuñadas intercambiando tibios piropos entre sí, halagando pendientes y pulseras; y apenas se mirarán ni hablarán. Al final de la cena, entre cubatas y después de los vinos, se verán discutiendo del nuevo entrenador del atleti.




Caminaban hacia el coche y seguía sin haber nadie en la calle, y sin hablarse. "no arregla nada" seguía pensando y pesando las palabras por el camino, "pero estaremos juntos, por lo menos. Además, tengo preparadas las cigalas, que se van a echar a perder. Y el vino, y el cava y todo. Al menos estaremos juntos, y seguro que la cena nos relaja, ya verás. Y luego, en el sofá, con el vino caliente que te he preparado, el que siempre echas de menos, seguro que estamos más tranquilos. Verás, tengo preparado el CD con la música, verás cómo te gusta. Primero Rodrigo Leao instrumental para la cena, luego algo de Leonard Cohen, que termina con el Take this waltz, y para terminar, cosas sueltas, y algo de Madredeus. Será como siempre, ya verás. En cuanto pruebes el vino caliente, relajarás la tensión en la espalda, te quitarás los zapatos y te arremolinarás en el sofá, con la mantita, vendrán los gatos, pidiendo caricias. Cuando suene el "...waltz" de Cohen te levantaré del sofá y bailaremos despacio en el salón, con "across the universe" seguro que terminamos abrazándonos. Y con "Ainda" te pasará lo de siempre, recordarás Lisboa, y se te iluminarán los ojos".

-"No, no arregla nada". - dijo él, mientras se acercaba y el cogía del brazo. - "pero nos vamos a casa, que hace frío, y estamos juntos, que es Navidad."


Ella no le miró ni giró la cabeza - "Pues será Navidad, pero te he dicho que no, no arregla nada." - dijo mientras se soltaba del brazo y aceleraba el paso, calle arriba, bajo la decoración navideña iluminada solo para ellos.

lunes, 17 de octubre de 2011

"CARIÑO, ¿EN QUÉ PIENSAS?" - TODAS LAS MUJERES QUE HE TENIDO

Sonó el despertador, como siempre, a las 6:45. Y como corresponde al avanzado mes de Octubre, por la ventana no entraba ninguna luz. Ella se desperezó, apagó el despertador, y se giró hacia él. El estaba ya despierto. "¿Has dormido bien?", él bostezó antes de contestar.

-Lorena le llevó en su coche hasta el cementerio del pueblo vecino, aparcó el coche junto a la tapia, y puso en el cassette una cinta de Platero y tú, antes de pasar al asiento trasero.
-Conoció aquella chica en un bar de Castellón, y un par de copas después le llevó a su piso, donde vivía con un gato gordo y arisco, salió de allí a media mañana y jamás volvió a verla, solo recordaba que era periodista.
-Le tocaba cerrar el bar y hacer caja. Cuando largó a todo el mundo cerró por dentro y puso música, música argelina, él estaba todavía en la barra.


"Si cariño, toda la noche, del tirón". Ella se acercó y le abrazó. El despertador volvió a sonar, esta vez fue él quien alargó el brazo para apagarlo. "Venga, vamos, voy tirando a la ducha". Él se levantó y fue tambaleándose hacia el cuarto de baño, mientras ella se giraba en la cama y se tapaba de nuevo.

-De Isabel recordaba especialmente una escena, como una fotografía grabada en su mente consciente y que cada cierto tiempo volvía a aparecer delante de él. Sobre sus nalgas, en la cadera, un tatuaje, dos alas bien abiertas que parecían batirse siguiendo el ritmo. La espalda, con la columna bien marcada y a la altura de los hombros, el pelo negro azabache revuelto y la cabeza girando para mirarle con los ojos entrecerrados.
-Mercedes se coló sin avisar en la habitación del hotel donde se alojaban todos los asistentes a aquel congreso de historiografía medieval. Él estaba severamente borracho y apenas recuerdó nada de aquello, pero guardó su teléfono, y recurrió a ella unas cuantas veces a lo largo de un par de años, incluso cuando ambos comenzaron nuevas relaciones.
-Irene le empujó al cuarto de baño de la estación de autobuses, que se encontraba desierta a esas horas de la madrugada, y pasaron allí el suficiente tiempo como para que él perdiese el autobús y tuviera que comprar un nuevo billete y esperar un par de horas más, ya solo.

Puso la ducha en marcha y dejo fluir el agua durante un instante antes de entrar, una vez bajo el chorro de agua, dejó pasar unos segundos antes de comenzar a enjabonarse. 

-Mamen jamás parecía llegar al orgasmo, su entusiasmo se mantenía en un crescendo continuo que parecía no terminar nunca. Él lo intentó todo, recuerda haberse dejado el alma aplicándose de todas las maneras, formas y posturas, pero sin éxito. Al cabo de unas semanas, todo el entusiasmo se acabó, y la historia murió en una rápida decadencia.
-Sofía le reconoció que aquel fue su primer orgasmo, que con sus anteriores parejas jamás había conseguido llegar al clímax.
-Marta no gemía, gritaba, aullaba y lanzaba alaridos. más de una vez le tapó la boca con las manos por pura vergüenza, pero aquello era inigualable.

Champú y aclarado, y otros segundos quieto bajo el chorro de agua. Se vistió escuchando la cafetera silbar. "Cariño, te he dejado la camisa planchada encima de la cama, la negra, la que me dijiste ayer. Y no te pongas los zapatos nuevos, que es una pena que los estropees poniéndotelos todos los días".


-Claudia tenía un cuerpo fino, esbelto, definido, en el que se podían identificar no solo los músculos, si no todos los tendones y ligamentos, tenía unos pechos breves, ligeros, con unos pezones perfectamente definidos. Su sexo era todo dulzura, y conseguía crear una burbuja, una atmósfera completamente aislada del exterior, cálida y brumosa, cada vez que dormían juntos.
-De Iria siempre recordará aquellas tardes y noches de viento cálido y seco, aquel viento que provenía del desierto de Tabernas, que les hacía sudar y sudar sin fin cada vez que se acostaban; las noches eran infinitas e insomne, y parecían establecer un continuo de sudor, pieles y sábanas, de gemidos, sueños cortos e intranquilos.
-El sexo con Marina fue torpe pero bienintencionado, con risas, en la calle, borrachos, en el baño del siguiente bar, incompleto, una secuencia con intermitencias y vacíos, fotografías inconexas de pantalones por las rodillas, pechos apareciendo entre botones mal abiertos de una camisa, una falda recogida y un tanga desaparecido.

Le hizo caso y se sentó en la mesa de la cocina. Café y una tostada con mantequilla. Ella seguía con el pijama mientras terminaba de prepararse el té y el bol de cereales. Él encendió la radio, y comenzaron a radiar las noticias del día. 

-Marie Claire era joven, algo más joven que él, y era virgen, estaba nerviosa y no sabía que hacer ni como comportarse. Alternaba momentos de fingida y sobreactuada excitación, con otros en los que la inseguridad y el miedo la dominaban, con lágrimas a punto de brotar en sus ojos. Toda una noche de caricias, besos y manos que exploran despacio un cuerpo tan joven como tierno, prepararon un momento, cerca del amanecer ya, en el que ella se relajó y él decidió avanzar.
-Los años con Berta oscilaron entre el entusiasmo inicial, una cierta rutina satisfactoria y el tedio.
-Lucía discutía con la misma vehemencia con la que hacía el amor, lanzaba los reproches con la misma puntería y destreza con la que utilizaba su lengua y sus manos; es más, era consciente de ésto y lo utilizaba, todas aquellas disputas verbales se resolvían siempre en el campo de batalla del dormitorio, donde sabía que jugaba con ventaja.

Ella se sentó junto a él y le dio un cariñoso beso en la mejilla antes de comenzar a desayunar. La bolsa seguía a la baja, otra gran empresa declaraba un ere, portavoces del gobierno intuían ligeras buenas señales escondidas en datos macroeconómicos, el Barcelona vuelve a ganar y vuelve a encantar, la liga de baloncesto americana sigue suspensa, el bol de cereales se agota, el portavoz de la oposición ve cercano el apocalipsis, un jugador brasileño se vuelve a quejar de su suplencia. 

-Cuando él aún era un joven recién salido de la casa de sus padres, recién lanzado a la vida autónoma, Luisa fue su primera amante mayor. Mayor que él, que no llegaba a los veinticinco, ella le superaba en diez años. Ella sabía perfectamente qué quería y cómo lo quería, sabía que él era joven pero no tonto, que aprendía rápidamente, y rápidamente lo adiestró. Fueron unas semanas en las que no dejaban de abrirse ventanas y puertas del todo desconocidas para él, donde exploró caminos y sabores que durante años apenas le dejaron volver a recorrer.

Terminó las tostadas y sorbió el último trago del café. llevó la taza y el plato al fregadero y recogió las llaves. "Cariño, dame un beso". 

-Maria del Valle establecía la eterna unión entre el sexo y el compromiso, la entrega del cuerpo a cambio de la entrega del alma. Y aunque esto parezca una idea tradicional y anticuada, ella la asumía de una forma absolutamente moderna, de forma que su entrega sexual era una entrega completamente activa, tomaba las riendas y lo daba todo, se abría ante él, y exigía la misma entrega en la cama como fuera de ella.
-Con Guiomar pasó tres meses recogiendo sujetadores y tangas del sofá, de la cocina, del cuarto de baño, de cualquier rincón de la casa, siempre antes de que volvieran los compañeros de piso.

Se acercó y la beso mientras la abrazaba.

-Nunca se enorgulleció de aquello, pero el sexo más satisfactorio en lo físico fue con Silvia, aquella muchacha de veintitres años, el tenía cerca de treinta y cinco. Ella era fácil, dúctil, tierna, flexible, complaciente y no preguntaba nunca nada. Aceptaba cualquier petición, casi cualquier orden sin pedir nada a cambio. 

"Dime, ¿en qué piensas?".

-Regina paso por su piso como una sombra, y él pasó una semana buscando algún resto de su presencia, pero lo único que permaneció fue el recuerdo de un cuerpo moreno y curvado.
-Teresa le enseñó su proyecto de fotografía, con imágenes del cuerpo de su pareja envueltas en celofán. Luego se dejó desenvolver y recorrer su cuerpo en aquel ático cercano al puerto.
-Sonia concebía el sexo como una entrega trágica, siempre a punto de derrumbarse.
-Ana era paciente, tranquila, y aún esperaba una llamada.

"No, en nada cariño, en nada."

martes, 20 de septiembre de 2011

Pequeños desequilibrios

Si alguien me preguntara qué es lo que me gusta de ti, tendría que responder que no lo sé. Eso, que no deja de ser algo inquietante, puede ser el motor de todo esto.

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Te necesito, entre otras cosas, para mantenerme centrado. Cuando no estás, toda mi vida tiende a desmoronarse en un pequeño colapso a cámara lenta. Aparecen más pelusas bajo los muebles, los papeles se amontonan desatendidos en cualquier superficie horizontal. La lavadora parece funcionar peor.
Y todas las canciones suenan en tono menor.


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Pasar la tarde mirando por la ventana, pasar la tarde mirando a través de otras ventanas. Ver las piernas de quién se sienta en el sofá que se ve en la segunda planta del edificio de enfrente, ver que alguien trae una bandeja, probablemente con la cena. Identificar por la música y el ruido la película que ven. Querer poder ver esa misma película mala, con una bandeja de comida precocinada por cena, con unas piernas sentadas junto a las mías.

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Vuelve a crecer el número de divorcios, dicen en el telediario. Y es un dato positivo, dicen. Brotes verdes. Menos miedo a la crisis, a la mala coyuntura económica.
Movimiento, inestabilidad, individualismo.

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Alguien que llega casi por inercia a una profesión, carente de toda vocación, puede, con el tiempo, a medida que va conociendo detalles, comprendiendo e interiorizando algunos mecanismos, obviando determinadas circunstancias y a veces, determinados comportamientos de compañeros; puede, decía, llegar a descubrirse a sí mismo disfrutando en el desarrollo de la misma. Que algunos días, el momento más brillante tenga lugar en el espacio de trabajo, puede ser un placer insospechado.
Algo así como la inesperada fe del converso per rutina.

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martes, 30 de agosto de 2011

Shine on





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I

El diagnostico estaba claro: Trastorno Obsesivo Compulsivo con fijación genital causado por un proceso de desconexión social. Esa era la parte más fácil del caso. Además, tan sólo necesité un primer acercamiento, una primera exploración y entrevista con el paciente para concretarlo. Era de libro. Pero seguía atascado con el caso. Había algo que no acaba de encajar, algo me retenía antes de establecer este diagnóstico como definitivo, retirar las medidas provisionales, y centrarme en la terapia. No entendía como el paciente había llegado al estado en el que se lo encontró.

Un mes atrás, una llamada de un vecino avisaba al teléfono de urgencias de los gritos y golpes en las paredes que provenían de uno de los apartamentos. El mismo vecino se refería al inquilino del piso como un hombre educado, muy tranquilo y amable en los encuentros fortuitos en el pasillo, pero muy reservado. Al parecer nadie sabía a que se dedicaba, nunca le vieron recibir visitas, y a través de las paredes, sólo se escuchaba la radio, a veces la televisión, una guitarra que cada vez tocaba menos, y poco más. No se escuchaban llamadas de teléfono. La cuestión es que al entrar en el piso, tras forzar la cerradura, los trabajadores de urgencias se encontraron a un hombre delgado, semidesnudo, en plena crisis nerviosa, gritando y agitándose en posición fetal sobre la cama. Tenía heridas en la frente (autolesión por contusión, un clásico, golpear la pared de forma repetitiva con la cabeza) y sangre en el cuero cabelludo y la espalda que brotaba de heridas causadas por arañazos, así cómo manchas de sangre en la ropa interior, que era la única que llevaba puesta.

Lo tranquilizan, le inyectan calmantes, intentan hablar con él, pero es incapaz de mantener una conversación, y sin ningún tipo de violencia, lo meten en la ambulancia y lo llevan a urgencias, donde lo estabilizan con más calmantes, le curan las heridas y pasa a estar bajo la tutela de los psicólogos y trabajadores sociales de la compañía de seguros médicos que le cubre, y que la comunidad tiene contratada, entre los que me encontraba. Los de urgencias apenas prestaron atención al piso, miraron por encima, básicamente por si había restos de violencia o droga, pero lo describían como un piso desordenado, con la cocina y el baño sucios, la ropa sin recoger, pero les llamó la atención que tanto los cuadros o láminas como los poco objetos de decoración parecían de buen gusto, de calidad, no las típicas mamarrachadas y posters pornográficos que encuentran en otros sitios.

Y a partir de ahí comienza mi trabajo. Primero, observación directa del paciente, y en segundo plano, colaborar con los trabajadores sociales en una ligera investigación para conocer el entorno social y detectar alguna posible causa de la crisis. Tengo que decir, que el paciente cuenta con un seguro médico de la misma compañía, que le cubre todos los servicios de salud mental que necesite, y que la compañía de seguros que responde de ese contrato necesita un diagnóstico claro, pero sobre todo bien fundamentado, antes de dar por resuelto el caso.
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II

Varón, 36 años, de complexión normal, se nota que pese a no practicar ningún deporte en concreto, se encuentra en un buen estado de forma, metro setenta y siete centímetros, setenta y seis kilos. De aspecto agradable. Pelo negro, pero con numerosas canas que se extienden por la barba, nariz aguileña, pero no desagradable, al revés, con personalidad, labios finos, orejas pequeñas. En las primeras entrevistas, aún en la cama del hospital, se muestra confuso y desorientado, pese a que los calmantes van remitiendo su efecto. Pero sobre todo avergonzado. Acepta hablar de forma serena de las heridas de la frente y de los arañazos, pero en cuanto le menciono las heridas en los genitales se muestra azorado, y los nervios se le disparan. Tres veces hay que recurrir de nuevo a los calmantes. Siempre que le entrevisto se expresa de forma muy correcta, muy clara, con un lenguaje rico y ordenado, un vocabulario extenso. Siempre apoya sus palabras con gestos, pese a que estos gestos sean ligeros (no a la italiana), y busca comprensión con la mirada. Esa mirada es la de alguien mu inteligente, pero que no busca sentirse superior, no es pretencioso, todo lo contrario, es la mirada de alguien que pide comprensión, que apela más a la empatía del interlocutor que a su intelecto. Aún así, cada poco tiempo, tiende a bajar la mirada, a veces en medio de una frase que queda colgada, mantener un cierto silencio, y terminar concentrándose en la ventana de la habitación (que da al parquing del hospital, una vista nada evocadora). Creo que siente pena de sí mismo, que se compadece, pero también vergüenza. Poco a poco vamos avanzando a la hora de reconstruir la crisis, pero siempre con elipsis, con rodeos, evitando algunas referencias directas. Y manejando los estados de nervios durante la propia entrevista.

Reconstruye los hechos intentando darles un cierto aire de normalidad, se dejó ir, se encontraba muy solo, no se cuidaba. Apenas se relacionaba con nadie. Pasaba días enteros sin hablar con nadie, sin escuchar una voz humana. Sin ser escuchado por nadie. Sin ningún tipo de contacto físico. En la alimentación también se dejó ir. ¿Para qué preparar platos complicados si solo los voy a disfrutar yo? de ahí a alimentarse de comida precocinada, bolsas de ensaladas, salchichas y yogures, degradando cada vez más esa dieta, hasta llegar a comer poco más que dos paquetes de salchichas al día. Igual con la higiene. Si nadie me va a ver, si nadie va a apreciar si me he arreglado o no, ¿para qué hacerlo?, para qué afeitarse, para qué lavarse los dientes, para qué ducharse. Para qué fregar los platos, barrer el piso, ordenarlo, para qué poner lavadoras, si con el calor del verano no se necesita más que unos calzoncillos y una camiseta. De ahí a empezar a pasar fases de depresión, horas tumbado en el sofá llorando, pero sin moverse, solo hay un paso. Y de ahí a enfadarse con uno mismo hasta el punto de arañarse la espalda y la cabeza, dar golpes a las paredes, y dejar de llorar para ponerse a emitir gañidos y gritos entre sollozos, sólo otro paso.

Pero sigue sin ser capaz de referirse a las heridas en los genitales. Se cierra en banda, se bloquea, llora, ya no hacen falta los calmantes, pero aún así su estado de nervios se dispara, se tensa, incluso físicamente, los músculos del cuello, las sienes, las piernas. Presenta movimientos nerviosos repetitivos, con los dedos y los pies, a veces le dominan la pierna entera, se acelera la respiración. A veces comienza con pequeños gestos residuales de automutilación, como arañarse la piel de los dedos, junto a las uñas, y morder los trocitos de piel que se levanta. Una vez hasta se hizo algo de sangre.

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III

Tras unos días, en el hospital le dan el alta. Todas las heridas están curadas y cicatrizadas, no hay conmoción cerebral por los golpes, el paciente se encuentra hidratado y nutrido, se le han realizado todas las pruebas y dan resultados positivos. El estado nervioso se encuentra estabilizado y ya no es un riesgo médico. El seguro ya no cubre más hospitalización. Pero el paciente no está en condiciones de volver al piso, a vivir solo.

Me cuesta un pulso laboral con mis supervisores, un pulso económico con la empresa de seguros y una serie de llamadas de compromiso a algunos amigos y colegas, pero acabo consiguiendo una cama en una residencia que tenemos en convenio en las afueras de la ciudad. Pero necesito autorización y firma de algún familiar como resguardo de seguridad. Le pregunto al paciente. Se bloquea y se cierra de nuevo sobre sí mismo. No hay nadie. Al final, tras unos cuantos lances más, esta vez por parte de los trabajadores sociales, conseguimos que lo acojan pese a la falta de firmas, sin necesidad de una declaración de incapacidad que necesitaría la intervención de un juez. Consigo seguir estando yo al frente del tratamiento. Es bueno tener amigos en tu profesión.

Poco después empiezan a llegar los informes de los trabajadores sociales, es lo que tiene dividir la compañía en compartimentos estancos, que una información muy valiosa no llega hasta que se convierte en un informe y te llega por los cauces oficiales.

Licenciado, con un master, no es que sea una eminencia en su campo, tampoco es que sea un "erudito respetado", pero no le ha ido mal. Idiomas, viajes. Aficiones: fotografía (ha publicado) música (toca la guitarra, autodidacta, tiene una decente colección de cedés) escritura (algunos relatos publicados en coleccione de autores amateurs) arte (colecciona recuerdos de viajes, tales como grabados del siglo XIX, azulejos de anticuario, algunos restos arqueológicos, todo pequeño y sin gran valor económico). En lo laboral, tras unos inicios que prometían más y algún tropezón, ha conseguido posicionarse trabajando en su especialidad, en una empresa que le reconocía su valor y, sobre todo, le otorgaba una gran independencia. Ninguna queja hasta los últimos momentos.

Voy a visitarlo diariamente a la residencia. Siempre me entrevisto con los cuidadores, enfermeros y médicos al cargo, y la respuesta es siempre la misma. Es una persona encantadora, se lleva especialmente bien con el personal femenino, pero sin ningún tipo de contenido erótico ni ningún tipo de problema de ese tipo (era un riesgo evidente), si no que apela a su comprensión más intuitiva. Está, en general, tranquilo durante el día, aunque parece que esa capa de tranquilidad es superficial y mu fina. A veces pide quedarse solo. Muestra especial inquietud cuando se le asea, especialmente cuando es un cuidador masculino el que se encarga, prefiere siempre el trato femenino. Al principio, esto causa un cierto reparo, dados los componentes sexuales de su crisis, pero aceptando el riesgo, una de las cuidadoras aceptó asearlo ella, siempre bajo supervisión, y no ha aparecido ninguna connotación sexual agresiva relevante. Todo lo contrario, el paciente muestra una cierta dependencia emocional hacia la cuidadora. Hay que tener en cuenta que las heridas en los genitales tardan más en cicatrizar y son más delicadas, requiriendo una mayor atención en su cuidado.

Después, me entrevisto con él sin tener en cuenta el tiempo. Intento que se conviertan en charlas entre personas afines, con intereses y formación similar. Evito que sean meras entrevistas médico-profesionales. Él parece darse cuenta de esto, pero acepta el juego y se muestra más cercano. Hablamos de música y se muestra como un aficionado de amplio espectro, que aprecia el pop y el rock desde la actualidad hasta el más clásico (ferviente admirador de Pink Floyd, gusto que compartimos), el jazz, hacia el que muestra la actitud de un recién llegado ("admiro las variaciones que llevan a cabo improvisando sobre estructuras de acordes complejas, pero soy incapaz de comprenderlas musicalmente, me gusta el sonido, pero desconozco el lenguaje" dice al respecto) las nuevas músicas (adora el minimalismo y el post-estructuralismo) y se queja de no tener una buena base de música clásica (aún así, las sonatas para cello de Bach le conmueven hasta el punto de tener una pequeña colección de cedés con diferentes versiones). Hablamos de literatura, y de cómo, cuando descubrió que en los libros iba a encontrar una de las mayores fuentes de placer y realización de su vida, con dieciocho años, decidió dedicar más de un año a leer únicamente a los clásicos, de Homero en adelante, para poder disfrutar con un cierto conocimiento de causa, del resto de la literatura. Defiende que en la Metamorfosis de Ovidio se encuentran todas las motivaciones que puedas buscar en el resto de la literatura posterior, y, bromea, si se añade a Shakespeare, a Cervantes, a Rabelais y a Quevedo, a partir de ahí todo es plagio. Hablamos de arte, y muestra un conocimiento avanzado, todo el mundo adora al Bosco, pero Brueghel, el viejo, claro, aporta una visión un poco más profunda del alma humana, Picasso y Cezanne, el arte paleolítico, la pureza del románico más primitivo. Me explica una teoría enunciada en el siglo XIX que establece las diferencias entre periodos de la historia en los cuales los estilos artísticos viran hacia una concepción "orgánica" y otros en los que lo hace hacía lo "inorgánico".

Intento hablar de mujeres, de relaciones, y me sigo encontrando con el mismo bloqueo, con las mismas miradas perdidas, con los mismos gestos nerviosos. Por ahora evito las referencias a las heridas en los genitales.

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IV

Me llaman a primera hora desde la residencia. Ha sufrido una crisis esta noche. Escucharon gritos a partir de las cinco de la madrugada. Gritos y golpes. Al entrar en la habitación, lo encontraron de nuevo en posición semifetal, golpeándose la cabeza con la pared y el cabecero de la cama, con las manos y los genitales ensangrentados.

Ha pasado una semana entera bajo vigilancia especial. Duerme sedado, y con un celador en la habitación. Las visitas continúan, las entrevistas con los médicos y cuidadores son exhaustivas. Al cabo de una semana el paciente parece recuperar la calma, vuelve a dormir noches enteras sin necesidad de medicación y sin mayores altercados. La compañía de seguros comienza a presionarme. O se acaba pronto este caso, ya sea con un diagnóstico oficilializable, o me acabo yo en la compañía. No se pueden permitir, no me permiten más gastos con un caso sin dilucidar si podrán revertirlo a sus seguros. Les pido dos semanas. Me dan una.

Decido intervenir de forma más directa. Las entrevistas serán intensivas, con los celadores preparados para intervenir con dosis ligeras de calmantes. Nada de rodeos.

Ha sido una de las peores experiencias de mi vida, no solo a nivel profesional. Me he presentado, me ha recibido como siempre, educado y cordial. Le he planteado la necesidad de abordar de una vez por todas el centro del problema. Han comenzado los nervios. Y a partir de ahí ha sido una lucha constante entre la locura, los calmantes, preguntas y algunas respuestas. Se avergüenza de su manía masturbatoria. No sabe cuándo ni cómo empezó, mucho menos por qué. Pero era consciente de que se le estaba llevando la vida por delante. Estoy solo, tan solo, no hay nadie, solo hay caras, y no hay nadie detrás. Por más que hable, que grite, que luche, nadie escucha, nadie responde. Todo son ladrillos, piedras. No quieren oir lo que les cuento. Nadie se acerca. Me duele cuando me tocan. Ellas, cuando me tocan ellas me duele la espina, la columna. Sé que no es normal. Se que me estoy perdiendo. No puedo más, por favor, deja que me rompa la cabeza y salga de ella. Deja que me arranque el pene. Ahí está todo, ahí está todo. Pero deja que me toque antes. No, no, joder, no. Ahí está todo. Que se queden con todo, que lo embarguen, da igual. Nada sirve. Nada dura. La gente no quiere pensar. La gente es imbécil. Son todos gilipollas. Tartamudos mentales. Deja que me abra la cabeza, por favor, que deje de sufrir, que me salga de ella. Por favor. No me sedéis más. ¿Qué por qué estoy así? yo qué se, tu lo sabes, seguro. Tu lo sabes, tienes que saberlo, pero no me hagas contarlo. Por favor. Deja que me lo arranque, ahí está todo.

Lo he dejado completamente sedado. He llamado a la compañía y he confirmado el diagnóstico. Que actúen ellos. Les he pedido que el seguimiento del caso se lo asignen a otra persona, que yo no entiendo nada. Cuando he entrado en casa me ha saludado mi mujer, la he besado. He abierto la puerta del baño y he visto un espejo.
Un espejo. Me he visto en él.
Y he roto a llorar.

jueves, 18 de agosto de 2011

Mi padre era un hombre desordenado, y en consecuencia, convivía bien con las contradicciones en las que incurría a diario. Una de estas contradicciones era su odio, casi manía persecutoria a los equilibrios inestables. Cada vez que se encontraba, al abrir cualquier armario de la casa o cualquier caja o baúl, con uno de ellos, profería en gritos y maldiciones (que solían mezclarse con el estrépito de los objetos al caer), se le llevaban los demonios, y se veía obligado a huir y retirase en su despachito (lugar donde se producía una mayor sinergia de equilibrios inestables, por cierto).

Para mí, un equilibrio inestable es algo atractivo, sobre todo por el carácter de desafío a la lógica y a la física más básica, por esa sensación de tiempo suspendido, detenido justo antes del momento en el que todo se desmorona y se viene abajo. También, desde un punto de vista casi arqueológico, esas construcciones de objetos sumados unos a otros de forma casi aleatoria, permiten recorrer el tiempo a la inversa, si vamos estudiando la disposición de cada uno de ellos.

Es indudable la calidad estética de estos equilibrios, que nos permiten observar asociaciones creadas al azar (o no) casi a la manera dadá de la descontextualización.

Mi padre luchaba contra ellos, y yo, como versión nueva y modificada de él que soy, me veo siempre rodeado de ellos, pero mi postura es otra. Yo intento hacer un arte de vivir en un constante equilibrio inestable.

Y no hablamos únicamente de libros mal apilados.