lunes, 21 de mayo de 2012

"... todavía estaba allí"

(Publicado originalmente en Call me Enric el día 2 de Agosto de 2010)


Ocurrió durante un viaje de estudios a Londres. Hacía cola en una tienda de discos y reparé en la figura que tenía delante. Era increiblemente parecido, pero no podía creer que fuera él, Londres es demasiado grande, y además, ¿para qué estaría él haciendo cola en una tienda de discos como esta? Intenté fijarme en cada detalle, y todo me hacía concluir que sí, que no había duda posible, era él y estaba justo delante de mí. Decidí hacer un poco a un lado, para ver su perfil y para observar la expresión de la cajera mientras le atendía. Estaba un poco más viejo, claro, con peor aspecto. La cajera le ofrecía una dubitativa media sonrisa, creo que aún no acaba de aceptar la presencia de quién tenía delante. Miré alrededor. Algunos clientes le miraban, levantado los ojos de los estantes de cd, y las expresiones de duda, de sorpresa, de reconocimiento y de emoción iban saltando de cara en cara. Él depositó un cd en el mostrador, delante de la cajera, qué, manteniendo la media sonrisa procedió a cobrarle.

   No se si fue el hecho de estar en un país extranjero, la pasividad del resto de los clientes o mi propio espiritú impulsivo, pero algo me empujó a pasar a la acción antes que nadie y decidí interpelarle en mi torpe inglés:

   "Perdone, ya se que debe estar harto, y que esto le debe pasar a menudo, pero comprenda, me hace mucha ilusión..." mientras levantaba la cámara de fotos, sugiriendo hacernos una foto juntos. Con un gesto firme apartó la cámara, que se me cayó de las manos.

   "De acuerdo, nada de fotos" conseguí balbucear mientras me daba cuenta de que, a esta distancia, parecía mucho más grande e imponente. Él miro a la cajera, le brindó un guiño de complicidad, levanto la mirada por encima de mi cabeza y paseo la mirada por la tienda, observando al resto de clientes. Y en ese mismo instante, lanzó una dentellada, fuerte y precisa, y aprisionó mi cuerpo de forma que mi cabeza y mi torso se encontraban dentro de su boca. Afianzó la presa, y con dos rápidos giros de cuello, rompió mi espinazo. Apretando las mandíbulas por tiempos, y desplazando mi cuerpo por su boca, fue quebrando cada uno de los huesos mayores de mi cuerpo, destrozando la caja torácica. Los afilados colmillos aprovecharon para rasgar la piel de mi abdomen, de forma que terminé convertido en una masa pulposa de cintura para arriba. Con un gesto otra vez del cuello, fue introduciéndome en su esófago, poco a poco. Al intentar quebrar la pelvís, último escollo óseo, mi pierna izquierda se desprendió y fue a parar al suelo. Sin dudar, continuó engulléndome. Cuando lo hizo, recogió con cierta tranquilidad la pierna desprendida, y de un solo gestó, fue a parar al esófago, camino del estómago con el resto de mi cuerpo.

   Terminada la acción, que en total no duró más de 25 segundos, volvió a dirigirse hacia el mostrador de la caja, pagó la cantidad que brillaba en la pantalla, recogió el cd, le ofreció un nuevo gesto a la cajera, una amplía sonrisa con un cierto aire de complicidad, que compartió con el resto de los clientes mientras salía de la tienda, pasando por encima de un charco de sangre que su cola, con un movimiento en zig-zag contínuo, extendió por todo el suelo. Los clientes se miraban con asombro los unos a los otros, reconociéndose testigos de este hecho, que seguramente contarían durante años a sus amigos. Alguno buscó, y encontró, entre la sangre, algún pequeño resto de mi cuerpo, como un dedo desprendido, lo recogió y lo apretó en su mano. En casa, le haría fotografías que mostraría en sus perfiles de redes sociales, y lo guardaría como un tesoro.

   Y es que no todos los días, uno se encuentra con uno de los más grandes de la historia, todo un dinosaurio del rock, y aún menos, tiene uno la suerte de verle actuar, improvisando, en directo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario