lunes, 30 de abril de 2012

"Tendría que construir un gesto básico de reflexión (I)"

(texto publicado en Call me Enric el 17 de marzo de 2011)




"... y ser capaz de mantenerlo, sosteniendo las cejas altas y los pápardos a media altura, la boca inmutable, sin apenas respirar, para, lentamente, dejar caer los ojos, inclinar la cabeza, entreabrir la boca y girar el cuello ofreciendo el perfil opuesto, levantar la mano y llevarme el cigarro encendido a la comisura de los labios, inhalar ese humo maldito, y, joder, aguantar sin toser".


Pero no era capaz, no, en absoluto. Cada vez que repetían la toma, el azar se encargaba de presentar batalla y siempre algo parecía salir mal. El director no sabía ya cómo corregir, alentar, motivar a la actriz. La maquilladora repasaba su cutis cada vez con mayor desgana, y el técnico de fotografía estaba harto de corregir las mediciones de luz y la intensidad de los focos, "que le salen brillos a la rubia esta hasta detrás de las orejas, joder, a ver si se relaja, deja de sudar y terminamos de una vez". Su agente también se encontraba en el set, y charlaba, tapándose la boca, bien con el director bien con sus auxiliares. A ratos asentía con cara circunspecta, a ratos negaba meneando la cabeza ligeramente, con cara de querer transmitir seguridad al staff técnico que les rodeaba.



"Mira bonita, que sepas que estoy hasta el moño de echarte pote en las patas de gallo. Termina ya, a ver si nos vamos pronto, que algunos tenemos vidas aparte de esto" le había susurrado la maquilladora la última vez que se había acercado a retocarla.

Y ella tenía una vida aparte de esto, también, y últimamente tenía más vida que "esto". Cada vez pasaba más tiempo entre camisas que planchar, fregaplatos y tardes en el sofá viendo la tele, y cada vez tenía menos "esto", menos rodajes. Llevaba puesto un traje de un rojo brillante, bien ajustado sobre el sujetador push-up que le habían puesto, los zapatos también rojos a juego y una peluca rubia (su pelo, natural, era cada vez más castaño, más anodino, menos rubio). Le recordaba a aquel traje negro, igualmente ajustado pero si push-up debajo, que se puso para "El secreto en el desván", la obra de teatro que eligió representar hacía ya unos años, pensando en no encasillarse en los papeles de rubia de sit-com que no dejaban de ofrecerle, "además, todo el mundo adorna su currículo con una obra de teatro, a ser posible dirigida por algún enfant terrible de esos" le decía su agente. El caso es que la obra se paró varias veces por temas de presupuesto, y, aunque le ofrecieron volver a las risas enlatadas, ella se mantuvo en el proyecto (el enfant terrible le rogó, dentro y fuera de la cama que no le abandonase). El estreno se fue modificando, del teatro de primera al teatro alternativo ("no te preocupes, este es el futuro, la new wave del teatro, en unos años, todos pelearan por actuar aquí"), para luego ser trasladado a las afueras. El estreno, las críticas, negativas, y la huida del enfant terrible, no sin antes culpabilizarla del fracaso por "no saber componer al personaje, su profundidad y su caracter", y una terrible gira entre tibios aplausos de cortesía y fechas canceladas, la habían convencido para tomarse un respiro. "Es buena idea, mira, del teatro, la gente se olvida enseguida, pero de las caras no, y tu cara vive en la memoria de los espectadores. Date un tiempo, y volverás bien alto. Seguro", si, ese era su agente.

El caso que es el descanso estaba siendo demasiado largo, los focos ya no la miraban y apenas nadie se acordaba de ella por la calle, si acaso alguien se quedaba mirando, pensativo, chasqueando los dedos mentalmente como queriendo recordar, para luego seguir adelante, meneando la cabeza. La llamadas de su agente cada vez se espaciaban más, y los compañeros ya no respondían a sus mensajes, "la gente ya no habla, están todos con el twitter ese, y yo me niego".

Y como pasaba el tiempo, no tuvo ninguna duda cuando le presentaron este proyecto. Secundaria en una película para televisión. Apenas tres o cuatro escenas, no más de 15 minutos en pantalla, pero con un personaje clave en la historia. La amante, femme-fatale, que disolvía el nudo creado entre los dos personajes principales, dos abogados, uno de ellos homosexual abierto y moderno, encarnado por un actor maduro, eterno secundario, que siempre sabía aprovechar estos productos para mantener el caché; y el protagonista, otro abogado, de treinta y pocos, recién separado, que busca aclarar su sitio en el mundo, tanto laboral como sexual, interpretado por la no-tan-joven-no-tan-ascendente cara nueva de la televisión. Firmó el contrato incluso antes de conocer al director y al reparto. Memorizó su guión. Apenas tuvo un par de palabras con cada uno de ellos en las reuniones previas, y cuando el director trató con ella el desarrollo de su personaje fue conciso y escueto "Mira, tu papel no es más que una serie de clichés detrás de otro, de primero de arte dramático, vamos" (el problema es que ella nunca había cursado ni un año ni medio de arte dramático, ascendió de la publicidad adolescente a la televisión por el camino rápido) "Tan sólo hay una escena en la que quiero que me lo des todo, ya sabes, la 27, mientras estás esperando en el despacho del tipo este y te da por escuchar los mensajes del contestador. Ya sabes, tu estarás reclinada, fumando, y habrá un plano muy corto miras hacia aquí, y luego, despacio, giras y fumas. La iluminación será muy dura, contrastada, pero con maquillaje te arreglamos esto y esto (dijo tocándole las patas de gallo y las comisuras de los labios). Y ahí, tienes que trabajarte el gesto. Pero ya sabes, son 10 segundos, seguro que lo haces a la primera y ya."

"Escena 27, despacho interior. Toma 17"
....
"Corten! Joder!"

El director tiró la mesita auxiliar, el cenicero, el café y sus gafas mientras se levantaba de la silla y zapateaba, intentando evitar mirarla a los ojos. Ella se percató, "está contando hasta 20 antes de venir para acá, está harto". Efectivamente, el director respiró hondo un par de veces, intentando expulsar toda su ansiedad de forma estentórea, y se giró hacia ella, acercándose a toda velocidad primero, y muy despacio al final. "Mira bonita" dijo, y estaba claro que estaba forzando la suavidad del tono, "hasta ahora no te he dicho nada, ¿verdad? hacías tus planos, te colocabas en tus marcas, decías tus frases y ya está, ¿verdad? ¿te he dicho yo algo en todo el rodaje? no, ¿te he hecho repetir una-sola-vez alguna cosita? no, ¿te he tratado bien? si. ¿Sabes? yo no te quería en la película, pero vino el productor y me convenció, ¿te he puesto alguna pega? ni una sola, ¿estás aprovechando esta oportunidad que tan cortesmente te estamos dando? no, que lo sepas, si de mi depende, te vuelves a los tugurios esos donde llevaste la obrita del capullo aquél para que te abucheen otra vez, pero ... A MI NO ME JODES LA PELÍCULA, ¿está claro? NO ES TAN DIFÍCIL, ¡COÑO!"  el director se alejó y se dio una vuelta por el plató, mirando las caras de los técnicos. Algunos ni levantaban la cara de sus cosas, pero todos asentían. 

"Así que ya sabes, a ver si eres capaz, de una vez, de construir un puto gesto básico de reflexión y nos vamos todos a nuestra casa, de una vez..... ¡Maquillaje, arregla esas lágrimas!  ... ¡Luz! ¿todo bien? si consigues no sacarle ningún brillo te invito a los gintonic esta noche..."

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